Last Updated on 3 años by Eduardo Barahona
El Foro Centroamérica Vulnerable Unida por la Vida FCV-UV, es un espacio de participación amplio e inclusivo, donde concurren unas 200 organizaciones de sociedad civil, algunas de las cuales concurren en las principales redes y alianzas centroamericanas cuyos esfuerzos están orientadas a promover la Agenda de Desarrollo Sustentable.
El FCV-UV, desde hace más de 10 años, pone al servicio de la región sus conocimientos y experiencias en favor de contribuir a la resiliencia de las poblaciones y territorios más vulnerables de Centroamérica, así como el interés genuino por contribuir al cambio social mediante la promoción del ejercicio pleno de derechos y el reconocimiento del rol protagónico de las mujeres en los procesos de desarrollo.
En este 2020, promovió un dialogo virtual inclusivo, permitiendo la optimización de oportunidades y fortalecimiento del rol de sociedad civil en los distintos niveles y etapas gestión PostCovid19; que reconceptualiza y amplíe la mirada hacia factores de riesgos, que han formado parte de la compleja dinámica social de la región, pero no considerados por el modelo convencional de gestión de riesgos y desarrollo actuales.
Contexto
Hemos de admitir que nuestra manera de vivir y de procurar desarrollo, lejos de propiciar condiciones de vida idóneas para todos y todas, ha incrementado las inequidades y desigualdades sociales, afectando negativa y sistemáticamente las economías locales.
Hoy en día, la ciencia aporta evidencias irrefutables sobre la relación directa entre la degradación ambiental y los desastres, como consecuencia directa de los procesos de desarrollo basados en la extracción de bienes naturales de forma desmedida. La pandemia por COVID-19, es tan solo el ejemplo más reciente y confirma lo insuficiente de la gestión de nuestros riesgos.
Transcurrida una década de acumulación de crisis de diversa índole, ahora nos enfrentamos a un Escenario de Crisis Compleja Regional (ECCR), que evidencia que los procesos y modelos de desarrollo, junto a un manejo insustentable de la gestión pública, generan riesgos y calamidades que nos alejan de lograr objetivos y metas de desarrollo humano.
La situación regional se ve agravada, ya que las medidas de protección y afrontamiento de la pandemia del Covid19, en vez de reducir riesgos, están exacerbando vulnerabilidades para la sociedad y ecosistemas centroamericanos, deteriorando derechos humanos y satisfacción de necesidades básicas, lo cual nos desafía a gestionar el escenario regional de crisis complejas desde una perspectiva multisectorial e integradora, enfatizando el carácter diferenciado de los impactos y la gestión desde la perspectiva de igualdad y equidad de género.
El Covid19 ha puesto en evidencia que los déficits en la gestión pública terminan trasladando significativamente la gestión de la crisis a la población y también la abandona a sus impactos.
En el caso de las mujeres, la pandemia ha venido a reforzar, estereotipos y roles tradicionales de género, reafirmando injustas y desiguales relaciones de poder. En este sentido, demanda con urgencia la necesidad de evolucionar la gestión tradicional de riesgos y los procesos de desarrollo, a fin de valorar en su real dimensión el aporte de las mujeres a la reducción de los mismos y fortalecimiento de la resiliencia de género.
Ante este contexto, nos vemos comprometidos a profundizar la reflexión crítica en búsqueda de estrategias, política e iniciativas innovadoras que allanen la ruta hacia la sustentabilidad del desarrollo, la gestión social de riesgos y humanitaria PostCOVID19; a partir de considerar holísticamente los riesgos vigentes y las crisis emergentes, para el incremento de la resiliencia territorial y social.
Antecedentes
Reconocemos que Centroamérica entre 2009 y 2019, ha vivido un decenio de acumulación de crisis de diversos tipos, a las que hoy se agrega la crisis sanitaria del COVID19, imponiéndonos el desafío de disponer de un marco de referencia que permita reorientar la gestión y los procesos de desarrollo en la región de cara a fortalecer la resiliencia e incidir eficazmente en la reducción de las vulnerabilidades exacerbadas en virtud de los actuales contextos de crisis complejas, teniendo como premisa el respeto a la vida y la construcción de ciudadanía.
Desafíos
Una modalidad de desarrollo generadora de riesgos
Hemos de admitir que nuestra manera de vivir y de procurar desarrollo, lejos de propiciar condiciones de vida idóneas para todos y todas, ha incrementado las inequidades y desigualdades sociales, afectando negativa y sistemáticamente las economías locales, así como las condiciones de vida y oportunidades de desarrollo de una infinidad de comunidades localizadas en áreas rurales y urbanas marginales, colocándolas al límite de sus posibilidades de afrontamiento, tanto de los riesgos, como de los impactos que paulatinamente reducen y hasta anulan las aspiraciones de desarrollo y resiliencia local.
Hoy en día, la ciencia aporta evidencias irrefutables sobre la relación directa entre la degradación ambiental y los desastres, como consecuencia directa de los procesos de desarrollo basados en la extracción de bienes naturales de forma desmedida. La pandemia por COVID-19, es tan solo el ejemplo más reciente y confirma lo insuficiente de la gestión de nuestros riesgos.
Adicionalmente, el manejo convencional de la gestión de riesgos sesgado hacia los desastres inducidos por amenazas naturales, no ha contribuido a reducir el crecimiento constante de las vulnerabilidades; incrementando brechas en las inequidades y desigualdades de género, trasladando a la primera línea de afrontamiento y particularmente a las mujeres gran parte del peso de la gestión de las crisis y el aseguramiento de las necesidades familiares como la alimentación, cuido de enfermos, suministro de agua, apoyo educativo, asistencia sanitaria, limpieza del hogar y comunidad, entre otros, constituyéndose en una práctica injusta de transferencia de riesgo hacia los grupos poblacionales vulnerables.
Un sistema que reproduce violencia de género
La pandemia ha puesto en evidencia que los déficits en la gestión pública terminan trasladando significativamente la gestión de la crisis a la población y también la abandona a sus impactos. En el caso de las mujeres, la pandemia ha venido a reforzar, estereotipos y roles tradicionales de género asociados al papel de la mujer, así como la cultura patriarcal, reafirmando injustas y desiguales relaciones de poder. En este sentido, demanda con urgencia la necesidad de evolucionar la gestión tradicional de riesgos, a fin de valorar en su real dimensión el aporte de las mujeres a la reducción de riesgos, afrontamiento de calamidades y fortalecimiento de la resiliencia de género.
La violencia, las inequidades y desigualdades de género, representan una amenaza inherente al sistema social vigente, que requiere ser gestionada desde una perspectiva que fortalezca el empoderamiento integral de las mujeres, pero que además se fundamente en los enfoques de derechos, igualdad y equidad de género, dando cabida a un cambio socioambiental con justicia y sustentabilidad.
Tendencias COVID19
Independientemente del crecimiento económico que veníamos experimentando, de los niveles de desarrollo de cada uno de nuestros países e indistintamente de las acciones de preparación y gestión de la pandemia, la situación actual evidencia las vulnerabilidades ocultas o quizás ignoradas de nuestros modos de vida y desarrollo, colocándonos en una condición de riesgo regional similar. La intensa conectividad a nivel global y la continuidad territorial en nuestros territorios, nos obliga a gestionar la pandemia en particular y las crisis complejas regionales desde una visión regional, solo será posible superarla hasta que todos los países hayan logrado estabilizar el comportamiento de la curva de contagio.
Recurriendo a datos oficiales del observatorio de la Universidad John Hopkins en cuanto al comportamiento actual de la pandemia en la región y realizando ejercicios estadísticos de prospección utilizando como referentes las tasas de contagio de Europa y otros países que han superado el pico de contagio, notamos en Centroamérica una tendencia en el comportamiento temporal de la curva de contagio, cuyos efectos más severos se podrían estar prolongando por los próximos cinco meses (de julio a noviembre 2020), incorporándose además, la pandemia, a nuestras enfermedades endémicas, al igual que ha sucedido en años pasados con enfermedades como la Malaria, Dengue, Zika o Chikungunya.